Noticias de nuestros hermanos del norte ...
Este es un escrito, de alguien como tú o como yo: latino, hispano, ¡latinoamericano!.
Pero este alguien está viviendo un momento muy particular, yo diría que histórico: está en medio de la lucha pacífica por el reconocimiento de los derechos de los hispanos en USA.
Una vez más me dirijo a su reconocido y bien respetado semanario que cumple con su labor de informar a la comunidad en su idioma de las cosas que le atañen, gracias de antemano por la atención brindada a mi carta.
Cada que veo en las noticias una marcha, una protesta, una pancarta, no puedo dejar de pensar en todas las imágenes de antaño, que a través de libros he mirado. Esas imágenes tan lejanas, que enmudecen los rostros de las multitudes, pero al mismo tiempo refleja la fuerte convicción que tuvieron, esos mismos rostros, las mismas multitudes, las mismas protestas, la misma disyuntiva de los legisladores entre obedecer a sus conciencias o cuidar su cargo publico.
Qué grande y qué hermoso momento el que ahora los hispanos de este 2006 estamos viviendo en los Estados Unidos.
-- ¿Vas a ir a la marcha?
-- Pues claro, nos vamos de aquí en dos carros y de regreso a ver cómo le hacemos, porque para caminar de vuelta para arriba va a estar difícil.
-- ¿Oye, y el primero de mayo vas a venir?, ¿y si nos corren?
Cada persona tiene sus valores. Los míos, en orden de importancia, son: mi credo, mi familia, mi trabajo, mi dinero.
Mi credo, me dice ten fe en Dios, Él te cuida, Él te guía, Él te protege, Él te da fuerza y ánimo, Él te escucha. Con Dios de mi lado, nadie, pero nadie podrá dañarme, porque creo en él.
Mi familia depende de mí, de mis cuidados, de mi esfuerzo, de mi dedicación, de mis decisiones. Saben en casa que sin trabajo no hay dinero, y sin dinero ya todos nos podemos imaginar lo que pasa.
¿Que si el primero de mayo nos va afectar? Ojalá que si. Ojalá que afecte la vida de millones de indocumentados, la conciencia de miles de jóvenes que están aprendiendo que alzando la voz, que opinando, que con las luchas sociales, se cambia la historia, se cambian los destinos.
Ojalá que afecte a todos, al supervisor, al gerente, al patrón, al cliente de todos los días, al compañero que no habla español, a los proveedores, a la bolsa de valores, a los dueños del dinero, porque si nos afecta a todos, ese día voy a llorar de alegría y le voy a dar gracias a Dios por darme vida para ver esto.
La palabra boicot es un anglicismo y tiene su origen en el apellido Boycott, por el capitán Charles Cunningham Boycott, administrador en la Irlanda de 1880 de las fincas de un terrateniente, el Señor de Erne.
La defensora de la reforma agraria, ante la amenaza de hambruna, propuso una rebaja en los arriendos, que el administrador no sólo rechazó, sino que les expulsó de las tierras.
El presidente de la Liga, Charles Parnell, sugirió una alternativa no violenta para obligar al capitán a ceder: suspender todo tipo de tratos con él. Los jornaleros se negaron a cosechar o trabajar en su casa, los comercios a venderle comida (que debió traer de fuera) y el cartero
local dejó de depositarle su correo.
Para recoger la cosecha, trajo cincuenta trabajadores del norte de Irlanda y mil policías y soldados de escolta, a pesar de no correr peligro físico; Boycott, cada vez más aislado, se percató varios meses después, de que sus esfuerzos habían sido en vano, pues el coste de la cosecha fue de 10,000 libras, muy por encima de su valor.
El boicot es la voz de los sin voz, de los que no tienen voto, de los que son minoría, es la única arma no letal, lo suficientemente efectiva para quebrar a cualquiera. El golpe más rudo para cualquiera es el golpe al bolsillo. Un boicot no es cosa fácil, tiene que ser masivo y serio, definitivo y con convicción.
No quiero que mi patrón quiebre , esto no es contra de él, es a favor de mi gente, de mi pueblo, de mi propia hispanidad. Es un grito, una llamada de atención que dice: ten cuidado, no podemos votar, pero somos parte de la sociedad, cumplimos un papel importante, nuestro dinero, nuestro trabajo, también vale y también merece respeto y reconocimiento.
No queremos bicocas, ni regalitos.
Queremos, exigimos, que seamos los hispanos reconocidos como una fuerza laboral imprescindible en este país.
Exigimos para nuestros hermanos de raza una reforma migratoria justa, amplia, humana. No queremos vivir del gobierno ni que nos mantengan los contribuyentes. Queremos trabajar, como lo hemos venido haciendo por muchos años, con pasión, con entrega, con dedicación, pero con papeles que nos den certeza, estabilidad y seguridad.
Estamos a favor de ayudar a hacer este país mas seguro, implementando medidas de seguridad inteligentes, con tecnología y logística. Pero no se va a poder lograr con la sombra inmensa de millones de personas sin nombre, sin rostro.
Primero se regulariza su situación, se planea para el futuro y luego se abrocha las agujetas para seguir corriendo sin tropezar, y nos vamos todos para arriba, y hacemos a esta América grande y fuerte, como siempre lo ha sido, como queremos que siga siendo, una nación de libertad de justicia, de democracia, de igualdad.
Yo no nací en esta tierra, pero he aprendido a quererla, porque me ha tratado bien, nos ha tratado bien.
Mi nombre es Wilfrido Soriano, tengo ya 31 años y soy originario del Distrito Federal.
Pero este alguien está viviendo un momento muy particular, yo diría que histórico: está en medio de la lucha pacífica por el reconocimiento de los derechos de los hispanos en USA.
Una vez más me dirijo a su reconocido y bien respetado semanario que cumple con su labor de informar a la comunidad en su idioma de las cosas que le atañen, gracias de antemano por la atención brindada a mi carta.
Cada que veo en las noticias una marcha, una protesta, una pancarta, no puedo dejar de pensar en todas las imágenes de antaño, que a través de libros he mirado. Esas imágenes tan lejanas, que enmudecen los rostros de las multitudes, pero al mismo tiempo refleja la fuerte convicción que tuvieron, esos mismos rostros, las mismas multitudes, las mismas protestas, la misma disyuntiva de los legisladores entre obedecer a sus conciencias o cuidar su cargo publico.
Qué grande y qué hermoso momento el que ahora los hispanos de este 2006 estamos viviendo en los Estados Unidos.
-- ¿Vas a ir a la marcha?
-- Pues claro, nos vamos de aquí en dos carros y de regreso a ver cómo le hacemos, porque para caminar de vuelta para arriba va a estar difícil.
-- ¿Oye, y el primero de mayo vas a venir?, ¿y si nos corren?
Cada persona tiene sus valores. Los míos, en orden de importancia, son: mi credo, mi familia, mi trabajo, mi dinero.
Mi credo, me dice ten fe en Dios, Él te cuida, Él te guía, Él te protege, Él te da fuerza y ánimo, Él te escucha. Con Dios de mi lado, nadie, pero nadie podrá dañarme, porque creo en él.
Mi familia depende de mí, de mis cuidados, de mi esfuerzo, de mi dedicación, de mis decisiones. Saben en casa que sin trabajo no hay dinero, y sin dinero ya todos nos podemos imaginar lo que pasa.
¿Que si el primero de mayo nos va afectar? Ojalá que si. Ojalá que afecte la vida de millones de indocumentados, la conciencia de miles de jóvenes que están aprendiendo que alzando la voz, que opinando, que con las luchas sociales, se cambia la historia, se cambian los destinos.
Ojalá que afecte a todos, al supervisor, al gerente, al patrón, al cliente de todos los días, al compañero que no habla español, a los proveedores, a la bolsa de valores, a los dueños del dinero, porque si nos afecta a todos, ese día voy a llorar de alegría y le voy a dar gracias a Dios por darme vida para ver esto.
La palabra boicot es un anglicismo y tiene su origen en el apellido Boycott, por el capitán Charles Cunningham Boycott, administrador en la Irlanda de 1880 de las fincas de un terrateniente, el Señor de Erne.
La defensora de la reforma agraria, ante la amenaza de hambruna, propuso una rebaja en los arriendos, que el administrador no sólo rechazó, sino que les expulsó de las tierras.
El presidente de la Liga, Charles Parnell, sugirió una alternativa no violenta para obligar al capitán a ceder: suspender todo tipo de tratos con él. Los jornaleros se negaron a cosechar o trabajar en su casa, los comercios a venderle comida (que debió traer de fuera) y el cartero
local dejó de depositarle su correo.
Para recoger la cosecha, trajo cincuenta trabajadores del norte de Irlanda y mil policías y soldados de escolta, a pesar de no correr peligro físico; Boycott, cada vez más aislado, se percató varios meses después, de que sus esfuerzos habían sido en vano, pues el coste de la cosecha fue de 10,000 libras, muy por encima de su valor.
El boicot es la voz de los sin voz, de los que no tienen voto, de los que son minoría, es la única arma no letal, lo suficientemente efectiva para quebrar a cualquiera. El golpe más rudo para cualquiera es el golpe al bolsillo. Un boicot no es cosa fácil, tiene que ser masivo y serio, definitivo y con convicción.
No quiero que mi patrón quiebre , esto no es contra de él, es a favor de mi gente, de mi pueblo, de mi propia hispanidad. Es un grito, una llamada de atención que dice: ten cuidado, no podemos votar, pero somos parte de la sociedad, cumplimos un papel importante, nuestro dinero, nuestro trabajo, también vale y también merece respeto y reconocimiento.
No queremos bicocas, ni regalitos.
Queremos, exigimos, que seamos los hispanos reconocidos como una fuerza laboral imprescindible en este país.
Exigimos para nuestros hermanos de raza una reforma migratoria justa, amplia, humana. No queremos vivir del gobierno ni que nos mantengan los contribuyentes. Queremos trabajar, como lo hemos venido haciendo por muchos años, con pasión, con entrega, con dedicación, pero con papeles que nos den certeza, estabilidad y seguridad.
Estamos a favor de ayudar a hacer este país mas seguro, implementando medidas de seguridad inteligentes, con tecnología y logística. Pero no se va a poder lograr con la sombra inmensa de millones de personas sin nombre, sin rostro.
Primero se regulariza su situación, se planea para el futuro y luego se abrocha las agujetas para seguir corriendo sin tropezar, y nos vamos todos para arriba, y hacemos a esta América grande y fuerte, como siempre lo ha sido, como queremos que siga siendo, una nación de libertad de justicia, de democracia, de igualdad.
Yo no nací en esta tierra, pero he aprendido a quererla, porque me ha tratado bien, nos ha tratado bien.
Mi nombre es Wilfrido Soriano, tengo ya 31 años y soy originario del Distrito Federal.
0 Comments:
Publicar un comentario
<< Home