martes, febrero 12

Mi madre...


Las cosas me han ido tan bien desde que empezamos a trabajar con El secreto, ¡mi vida ha cambiado tanto! que... ¡no me doy abasto para agradecer al universo por tanta generosidad para conmigo!!

Así que no me quedó de otra más que crear un documento en el que, de tanto en tanto, cuando me acuerdo, escribo el por qué estoy agradecida, ya que he comprendido que el agrdecimiento es un sentimiento muy importante de expresar: cuando lo haces de corazón y con gozo... ¡continúa llegando más de lo mismo!

Con el transcurso de los meses, me di cuenta de que este documento también me sirve para medir mi progreso en la vida y, en los días de “lluvia”, cundo todo se ve mal, para ver las cosas “en positivo”.

Y hoy me sorprendí escribiendo un agradecimiento largamente adeudado, aunque la persona ya no está físicamente a mi lado. Le agradecí infinitamente a mi madre, y de todo corazón, por haberme obligado a estudiar inglés.

“estoy infinitamente agradecida por la increíble sabiduría de mi madre, que me obligó a estudiar inglés “porque algún día podría servirte”… es como que ella hubiera sabido que, en mi vejez, estaría medio inválida y me sería útil esta profesión para lograr lo que ella más quería en la vida para mí: ser independiente y autosuficiente.”

Es que he llegado a comprender que mi madre era un genio. Se crió sin padre, en la extrema pobreza del campo español, víctima de la guerra civil española, pasando hambre a diario, y frío también, pues debía andar descalza en la nieve (fue ella quien me enseñó que la nieve no es fría, que lo que la vuelve fría es la helada escarcha que cae tras la nevada). La segunda de cuatro hijos, no tuvo oportunidad de ir a la escuela, pero sí aprendió a leer y escribir.

Durante mi infancia me enseñó a aprovechar las oportunidades que nos brinda la vida y a provocar esas oportunidades cuando parecen no aparecer. En mis primeros años yo tenía sólo una oligación: tener las mejores notas del colegio. Hoy comprendo que ella no me imponía esa responsailidad por el orgullo de que su hija fuera la abanderada sino para enseñarme que, cundo pones lo mejor de ti procurando obtener lo máximo… no hay posibilidad de falla, siempre vas a obtener algo.

Evidentemente no tuvo un vida fácil, al poco tiempo de llegar a Argentina, quedó viuda y tuvo que criar a sus cuatro hijos ella sola. Se encargó de hacerlo maravillosamente, asegurándose de que cada uno de nosotros tuviera exactamente lo que necesitaba para evolucionar. A veces, cuando medito sobre mis hermanos y nos veo tan diferentes, me cuesta trabajo creer que somos hijos de la misma madre. Y es que, en realidad, no lo somos. Mi madre, por su propio esfuerzo, se convirtió en una “madre multidimensionl”, aportando a cada uno lo que le haría mejor. Mejor persona, mejor padre o madre, mejor amante.

En tiempos de incertidumbre me devano los sesos procurando recordar qué me enseñó mi madre sobre eso, para determinar cuál es el siguiente paso que debo dar en mi vida. Me sorprende darme cuenta de cuánto me enseñó mi madre, más aún desde que no está físicamente a mi lado.