La espera...
Imagínate una hoja. En el otoño.
Si está suelta y a la deriva … se deja arrastrar por el viento.
Pero no esta hoja, no. Ella está sujeta a una rama, por su débil tallito. Todavía recuerda cuando estaba agarrada de un frondoso vástago: disfrutaba de sus amigas … ¡tantas aventuras habían vivido juntas!
Llegó el otoño. Y una a una fueron desapareciendo de su lado, muchas simplemente dejándose ir a la deriva. Quedó sola. La soledad le dio oportunidad de escuchar los sonidos del silencio … algo que nunca antes había notado.
Esos sonidos le hicieron saber que llegaría una hoja junto a ella. Alguien que sería mucho más que un simple compañero. Quien se uniera a ella sería la otra mitad de su alma, ese al que había añorado desde siempre.
Como no estaba acostumbrada a escuchar los sonidos del silencio, ella no entendió muy bien si él llegaría o tendría que desprenderse ella para ir a su encuentro. Lo que sí comprendió es que, cuando llegara el momento … ella sabría qué hacer.
No tiene prisa. Sabe que que el momento apropiado llegará … Lo que tiene que ser, será.
Si en una de tus caminatas, te encuentras a esta hoja, solitaria, colgada todavía de su ramita … no sientas lástima por ella. Un futuro luminoso la aguarda. Ella simplemente espera a que llegue el momento.
Recuerda lo que dice Filio: Es la soledad buena fortuna cuando brilla entre la espera de quien prometió el regreso.
Nuestra hojita sigue disfrutando plenamente de esta espera…
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