Soy feliz...
De haber existido la clasificación en mi infancia, es probable que se me hubiera catalogado como “niña índigo”.
Me educaron en un colegio de monjas, las que con el tiempo, descubrieron que era más práctico sacarme al patio a tomar aire en las clases de religión a permitir que alborotara al resto de la clase con mis dudas existenciales y mis cuestionamientos que no aceptaban “dogma de fe” por respuesta.
No era la única clase a la que no estaba invitada. Había muchas otras en las que me aburría, pues no me decían nada nuevo ¡y yo quería más! Es que las respuestas más complicadas … simplemente aparecían en mi mente, estaban ahí desde siempre.
Eso me permitió ser la abanderada del colegio durante la secundaria, también la envidia de los "tragalibros" que, aunque se mataran estudiando, no me alcanzaban, y no les quedaba más que comentarme, a veces con rabia: “¿Sabés lo que me da bronca? Yo me mato estudiando, vos nunca tocás un libro … ¡y te llevás la bandera!”
Llegué a pensar que debía ser algo así como “una adelantada a mi época” pues no encontraba un lugar en el que encajara ... y dejé de buscarlo, me decidí a seguir creciendo por mis propios medios, solitaria.
Hoy día ya me he encontrado con muchos “adultos índigo”, que hacen inmensamente feliz mi vida y conforman “mi familia”, para nada unida por lazos de sangre: nuestra unión se da por lazos místicos.
Y hoy supe que están llegando seres brillantes a nuestro planeta: los niños cristal. Y toda esta gama de seres de color conforman experiencias bellísimas.
¡Soy feliz!
Me educaron en un colegio de monjas, las que con el tiempo, descubrieron que era más práctico sacarme al patio a tomar aire en las clases de religión a permitir que alborotara al resto de la clase con mis dudas existenciales y mis cuestionamientos que no aceptaban “dogma de fe” por respuesta.
No era la única clase a la que no estaba invitada. Había muchas otras en las que me aburría, pues no me decían nada nuevo ¡y yo quería más! Es que las respuestas más complicadas … simplemente aparecían en mi mente, estaban ahí desde siempre.
Eso me permitió ser la abanderada del colegio durante la secundaria, también la envidia de los "tragalibros" que, aunque se mataran estudiando, no me alcanzaban, y no les quedaba más que comentarme, a veces con rabia: “¿Sabés lo que me da bronca? Yo me mato estudiando, vos nunca tocás un libro … ¡y te llevás la bandera!”
Llegué a pensar que debía ser algo así como “una adelantada a mi época” pues no encontraba un lugar en el que encajara ... y dejé de buscarlo, me decidí a seguir creciendo por mis propios medios, solitaria.
Hoy día ya me he encontrado con muchos “adultos índigo”, que hacen inmensamente feliz mi vida y conforman “mi familia”, para nada unida por lazos de sangre: nuestra unión se da por lazos místicos.
Y hoy supe que están llegando seres brillantes a nuestro planeta: los niños cristal. Y toda esta gama de seres de color conforman experiencias bellísimas.
¡Soy feliz!
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