martes, noviembre 1

Tras el tiempo

¿Llamarte después de 28 años de silencio?

Me lo había propuesto desde que creí que mi muerte era inminente …

Había tantas cosas que quería hacer …

No me asustaba la muerte, no le tengo miedo. Sé que es sólo el camino necesario hacia una vida nueva.

Me molestaba no ver crecer a mi hijo. Sabía que él estaría bien con mi marido pero … ¡yo no iba a estar ahí para verlo, admirarlo y compartir sus logros!

Y había otras cosas que siempre dejaba para "la siguiente vez que fuera a Argentina” o “para más adelante”. Pero … ahora ya no había futuro, ya no habría una siguiente vez para poder decir todo aquello que quería.

Ya no me podría reunir con mis compañeras del colegio, para ver qué habíamos hecho cada una de nuestras vidas.

Ya no le podría decir a Laura que me encantó ser su amiga, que aprendí mucho de sus experiencias y que lamentaba no haber sido lo suficientemente madura como para poder apoyarla más.

Me afligía no poder decirte lo que sentía en realidad.Así que decidí llamarte.

Primero, me costó conseguir tu número de teléfono. ¡Tendrías que ver la reacción de tu amigo, cuando escuchó una voz extranjera, pidiéndoselo, diciendo “Soy Belén, la que era novia de Marcelito … ¿te acordás…?”

Y después de un poco de nerviosismo, marcar tu teléfono. ¿Qué diría si contestaba tu esposa? Y para mi mayor sorpresa, ¡fue tu voz la que me respondió!

Pude imaginarte del otro lado de la línea: tu boca completamente abierta (se te “cayó la mandíbula” … jaja), ¡paralizado por el shock! Balbuceando las pocas palabras que lograban salir por tu boca, quedaste en que me hablarías más adelante, para vernos.

Una semana. Una semana fue el plazo que mentalmente te di. ¡No podía arriesgarme a no decirte lo que quería! Si no me llamabas en el transcurso de una semana, ¡volvería a llamarte yo y te lo diría por teléfono!

Pero no hizo falta. Cuatro días después, ya habías reunido las fuerzas necesarias para marcar el teléfono de mi madre (claro que, como me contarías después, requirió también que te empujara tu secretaria, la única persona a quien le habías comentado mi extraña llamada).

Muy probablemente, lo que tenía que decirte te sorprendió todavía más. Y era muy sencillo: quería que supieras que en todos estos años, no he encontrado a un hombre que fuera tan gentil y bueno como tú, que no he olvidado la fecha de tu cumpleaños ni un solo año (me pude haber olvidado la de mi hijo o la de mi esposo, pero no la tuya) y que cada vez que te recuerdo, se dibuja una sonrisa en mi rostro.

No sé, me pareció importante que lo supieras antes de irme, que te lo pudiera decir en algún momento y que no me arrepintiera después por no haber tenido la oportunidad de hacerlo.