viernes, abril 27

Eterno compañero...


Maestro … eterno compañero.

Tu sonrisa aparece cuando te invoco, o cuando menos te espero.

Pero no ya los mensajes.

Otros rostros, otros pensamientos son sus portadores. Los mensajes se reflejan en personajes de carne y hueso frente a mis ojos.

Las señales con que me abordaste tantos meses atrás y que parecían tan impenetrables, se tornan manifiestas y claras, cobran sentido, se vuelven mías.

Debo reconocerlo … muy buena táctica para provocar en mí el conocimiento vivencial. Indiscutiblemente … ¡eres excelente maestro!