martes, octubre 18

Mi enfermedad


Puede parecerte pretencioso, pero es la verdad: en la vida he logrado casi todo lo que me propuse, pero eso tenía un secreto para mi: nunca hice nada por dinero, ni siquiera trabajar! Claro, el dinero llegaba como consecuencia, pero nunca fue mi propósito principal. Para que algo funcionara para mí tenía que contener una motivación básica, tan fuerte, que me llenara. Algo que realmente me apasionara.
Hace poco menos de un año, enfermé gravemente, me vi obligada a retirarme profesionalmente (ya no pude con ese ritmo de vida tan acelerado que llevaba) y, al creer que iba a morir, me tuve que replantear mi vida. El balance no salió mal, y logré enfocar mi pasión a un par de cosas que me funcionaron bien.
Pero esta enfermedad me permitió también obtener nuevos puntos de vista, nuevas visiones de la vida. Mi marido y yo hemos tenido un lema en la vida: “Cuando entra un movimiento, ¡úsalo y gana!”. Bien … ¿cómo podíamos usar esta enfermedad para beneficio mutuo??
Lo primero que fue inevitable, fue que redujera la velocidad a la que me movía, que valorara un poco más lo que me rodeaba, que me tomara el tiempo necesario para hablar con el vecino, o el señor de la tienda. Y rápidamente me sorprendí disfrutando de sus pláticas, la vida cobraba un nuevo interés para mí al interesarme por otros.
El siguiente punto que fue notorio fue el aceptar la ayuda de otras personas. Siempre había sido autosuficiente y, ¿por qué no decirlo?, orgullosa hasta el hartazgo. ¿Por qué iba a aceptar la ayuda de alguien más si no la necesitaba, si ese alguien no podía hacer las cosas tan bien como yo??? Y de pronto, me golpeó: la ayuda no es tan importante para quien la recibe como para quien la da. La ayuda es importante para quien la da. Y así, trato de mejorar en el tema de la ayuda, día con día. Todavía me cuesta; a veces, me encuentro a mi misma rechazándola antes de darme siquiera cuenta. Pero mejoro un poco más cada día.
Y el tercer punto fundamental del que me di cuenta es que la cura del cuerpo debe estar acompañada inevitablemente por el progreso espiritual. Es imposible lograr nada con el cuerpo ni no avanzas (y a pasos agigantados) espiritualmente.