Transición ...
Mi vida me ha conducido a un cambio constante.
Mi primer viaje a un país lejano, no fue en avión (las alas no eran algo común en aquellos tiempos), fue en un barco transatlántico.
Mi primer viaje a un país cercano, tampoco fue en avión, ni en carretera (en aquella época no existía una carretera capaz de unir dos países que, aunque cercanos, estaban tan distanciados por semejante cantidad de agua), fue nuevamente en barco.
La televisión, no la conocí hasta que tuve 8 años … así que lo que sí conocí en mi infancia, fue la delicia de no tener un elemento extraño que irrumpe en tus pensamientos de manera continua.
Tuve que arreglármelas para trabajar sin computadora, tecleando en la máquina de escribir una y otra vez la frase, hasta que quedara como yo quería, tirando un montón de cuartillas a la papelera.
Conocí también la alegría de recibir una carta por correo, que llevaba esperando con ansias, para tener noticias de mi familia en un país tan lejano.
Supe de tantas cosas que suenan tan remotas y que mi hijo no puede comprender, pues él ya es parte de una generación que todo lo tiene de manera inmediata.
Siempre me he sentido como en tránsito, dando el gran paso entre el mundo antiguo y la modernidad.
¡Qué maravillosa vivencia! Este sentimiento me permite darme cuenta de que vivo en un período de transición continuamente … nada es definitivo, nada tangible es para siempre.
El cambio es la única constante en este universo.
Y así, disfruto cada momento de mi vida, sabiendo que el futuro que me aguarda … ¡es maravilloso!
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